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Adela Fernández, escritora

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Conocí el nombre de Adela Fernández hace un par de años gracias a Ediciones Laberinto. En aquel entonces no puse gran atención a su obra, aunque sí me pareció curioso que esta editorial tuviera entre su catálogo a una escritora que a grandes rasgos se reseñaba como literatura fantástica. Por esos años comenzaba a darse empuje al reconocimiento de escritoras mexicanas que publicaron fuera del canon y cuya obra se encontraba dispersa y en algunos casos completamente fuera de circulación editorial.                 Como mencioné, en aquel momento no presté atención a su obra y solo la leí mencionada en un par de sitios dedicados a la escritura de mujeres en la ciencia ficción y fantasía. No es de extrañar que históricamente en el medio literario se dé más peso a lo escrito por hombres, sin embargo, gracias a las comunidades lectoras y al boca-a-boca (¿o tendría que decir post-to-post ?) es que ya reconocemos y nombramos escritoras latinoamericanas del siglo XX cuya obra no tuvo el sufici

Segundas oportunidades

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Escribo esto a minutos de haber consultado los resultados del proceso de admisión a la universidad: fui aceptada al próximo ciclo de Licenciatura en Educación y Tecnologías del Aprendizaje. Me siento sumamente entusiasmada por haber sido aceptada pero me siento mucho más agradecida conmigo por darme la oportunidad de salir de mi zona de confort y romper con una etiqueta que me impuse hace más de 10 años. Y es que el tema de los juicios y etiquetas es tal vez lo que nos tiene más frustrados. Lo digo en primera persona porque durante años viví con el veneno de la inconformidad por no cumplir con las expectativas que determinadas etiquetas nos imponen: si estudié una licencitaura viene el camino al éxito. Si además estudié una licencitura en humanidades lo que sigue es el camino académico. Si no logras una tesis, un posgrado y un cubículo universitario fracasaste como egresado de "una de las carreras más selectas de la universidad". Lo veo en retrospectiva y pienso en todo el da

Queti...mporta

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Hace un par de años ganó tendencia la expresión "Amiga date cuenta" para señalar cuando una amiga, mujer, conocida estaba atravesando por algún tipo de violencia, especialmente cuando se trataba de una relación amorosa. Hay una canción de Sailor Fag que resume la esencia del Amiga date cuenta, de cuando una mujer llora por algo/alguien que no vale tanto la pena ni el sufrimiento. Creo que todos hemos estado en ese punto en el que no nos dábamos cuenta de algo que no estaba bien, o tal vez sí pero dentro de nuestro corazón creíamos que las cosas podían ser diferentes. Una vez le pregunté a mi mamá por qué no me señaló que las relaciones con hombres mayores no eran sanas y me contestó "No te lo dije porque no me ibas a hacer caso". Y sí, aunque en el fondo sabía que no estaba bien ahí estaba yo, empeñada en hacer de emociones adolescentes a hombres en la treintena.  Aunque el Amiga date cuenta tiene un origen noble y sincero de ver a nuestras amigas en mejores condi

Compasión para principiantes

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Creo que no uso tanto la palabra compasión porque asocio compasión con "tener lástima" de algo/alguien y en sí mismo ese sentido de verticalidad no me gusta. (Aunque sepa que compasión es otra cosa.) Justo hoy tuve una experiencia que me incomodó e hizo cuestionar mis actitudes hacia los otros. Casi no uso el sistema de transporte público porque alterno caminar, andar en bici y cuando tengo que transportar a mi familia uso el coche. Cuando camino y ando en bici es inevitable sudar, más en una ciudad tan calurosa como la mía. Pero hoy como tengo varios pendientes decidí usar el transporte público para llegar lo más limpia y fresca posible. Así que salí de casa media hora más temprano (¿mencioné que además el transporte público es tardado, deficiente y saturado?) salí reluciente, perfumada, muy planchada y con todos mis enseres para el día laboral de 12 horas. Como era de esperarse el camión venía lleno, alcancé lugar sentada y me concentré en el audiolibro que estoy escuchando

Sí soy una señora

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 Recientemente cumplí 35 años, edad que venía asimilando casi desde noviembre pasado. Contrario a varias personas a mí no me molesta cumplir años, incluso propongo planes para hacer del día algo especial, comiendo algo rico y compartiendo mi pastel favorito. No voy a negar que de un par de años para acá, específicamente desde los 33 los meses previos a mi cumpleaños comienzo a reflexionar sobre el momento de la vida en el que estoy: el lugar emocional, familiar, espiritual, amoroso, financiero y biológico. Si voy un poco más atrás en mis escritos y diarios veo a mi yo de hace cinco, seis, diez años como alguien distinta, a veces más atrevida, a veces con más miedo, con energía y también con mucha soberbia. Los años hacen que muchas emociones y posturas se templen, que uno comience a verse en el espejo no solo para notar nuevos rasgos o silueta, sino también a ver en el espejo biológico que el cuerpo ya no procesa los ciclos como antes.  Recuerdo que en mis tardíos 20s me sacaba de luga

No todo, no siempre.

 Cada que entro a redes sociales me sorprende la cantidad de contenido, retos y numeralia que hay. Yo misma soy una persona que ha vivido en constante empuje de mis límites. Sin embargo con el tiempo y los años he aprendido que Todo no se puede y que No siempre se puede. Ya no actualicé mi último propósito de fin de año 2022 que era correr media maratón y que al final no se dio por diversas circunstancias. En el momento que escribo, marzo de 2023 si mis cuentas no fallan he salido a correr solo dos o tres veces en lo que va del año. Y está bien. Antaño estos números me hubieran atormentado como una falla terrible en mi historial de vida. Estaría dándome contra la pared cada que aparecieran posts de running o cuando viera las publicaciones de mis conocidos que sí encuentran el momento para salir de sus casas a planchar pavimento. Pero aprendí que no hay una medida establecida para todos, las circunstancias cambian, la gestión del tiempo cambia y las prioridades cambian. Claro que me gus

Primer mes de trote y contando 🏃‍♀️

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Todavía no termina el mes pero ya cumplí con la cuarta semana de trote y me siento bien. Ya hacía falta que retomara el hábito y mi cuerpo y mente lo agradecen. Porque además de retomar el ritmo en esta ocasión decidí llevar un poquito más allá las rutas y salir de mi zona de confort recorriendo diferentes puntos de la ciudad con cambios de terreno y subidas. Estas variaciones se han visto reflejadas en tiempos más largos de lo que normalmente hago pero me agrada pensar que antes que romper marcas personales prefiero disfrutar del proceso y el paisaje. Precisamente ayer en la mañana troté en una zona bastante arbolada cercana a un río y me tocó ver grupos de cotorros que volaban de un árbol a otro emitiendo su canto particular. Fue lindísimo ver el plumaje verde interrumpiendo el azul matinal del cielo. Además había pájaros carpinteros. Por supuesto que esas experiencias hacen que uno baje velocidad y se maraville de que pese a la urbanización las aves locales siempre encuentran la man